Forastero

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En enero de 2012, envíe un corpus de cuentos al Premio “Joven Creación” de la Editorial Costa Rica. Tenía solo dos años de vivir en Costa Rica, hacía colaboraciones periodísticas con algunos medios de comunicación y empezaba a investigar, a fuerza de prueba y error, el rol que los canales digitales iban a tener en la comunicación de las organizaciones y las personas. Y aquí estoy.

El microrrelato Forastero quedó como finalista y fue publicado en la Antología de microrrelatos, cuya tapa comparto debajo, junto con textos de una nueva camada de escritores costarricenses como Fernando Chaves Espinach, con Margarita, Alonso Matamoros, Semáforos, o Camila Schumcher, Tres.

Hoy, 12 años después, queda demostrado para mí que lo efímero puede capturarse y convertirse en algo duradero, así que transfiero a esta micro corriente digital de relatos un texto originalmente publicado en un libro, que habla, quizás, de aquellos que de una u otra manera nos sentimos siempre un poco extranjeros, siempre un poco de paso.

Forastero

Le resultaba difícil vivir en el medio de aquel territorio inagotable, tan lejos del mar, con veranos tan calientes e inviernos tan fríos. También le costaba pronunciar la palabra gauchos, pero mucho más le costó averiguar después lo que esa palabra significaba realmente. Los años en el silencio apocado de los pueblos del interior le fueron enseñando a pensar que aquel aislamiento no era definitivamente malo y que muchas veces el panorama podía verse más alentador, como una mañana fría de sol, acompañada de esa emoción contenida de las fechas patrias, cuando alguien como él podía salir a cazar perdices y perderse en el medio de la nada del campo.

Una mañana así partieron a trote de Sulky, bien emponchados para atajarse el aire cortante de la helada. Llevaba las riendas el paisano,  con ese rostro enigmático de hombre ni bueno ni malo; hombre nacido allí.  A la escopeta la llevaba él, un poco por no contrariar como las cosas tenían que ser, porque uno debía ser el que mandaba y otro el mandado a hacer. Y aquí nos detenemos nosotros, que con el asunto poco tenemos que ver.

Se perdieron de vista por un camino recto, polvoriento y de contornos grises por los pastos secos del invierno. Un rato después, por ese aire atemporal y solitario de la mañana campestre, se difundió el sonido apagado de un disparo lejano. Hasta que regresen no sabremos que ha pasado.

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