El amor en un banco de la plaza

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Apenas los vieron juntos, sentados en el banco de la plaza, la gente del pueblo empezó a decir que la relación no iba a prosperar, que eran muy parecidos o muy diferentes. Conforme pasaban los años iban cambiando sus nombres, apellidos, formas de vestir y una que otra circunstancia mas, que, como las palomas, parecen ser siempre las mismas, aunque en no lo sean. El banco de la plaza sigue ahí como único testigo y conocedor real de asunto. El tiempo se esconce al final, como una trampa, y acaban de sentarse dos nuevos candidatos.

Esta entrada se publicó originalmente en Microdosis de Ficción
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