Impacto de ave

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Un viaje comienza una vez que se desarrolla un evento disruptivo relacionado a él, puede ser antes o durante el viaje, la condición es que por su relación directa con la dimensión del viaje, que es desplazamiento y salir del ámbito de las cosas conocidas y cotidianas, hace que el relato del viaje despegue: “Hemos experimentado un fuerte golpe con un ave, por lo que volveremos al aeropuerto para corroborar que no haya roturas que comprometan la seguridad del vuelo”. Mientras miraba el zigzag que hacíamos en el mapa de vuelo sobre el Golfo de Panamá, a uno 4000 pies de altura, pensé en tres cosas: podíamos morir allí, toda la familia reunida, y aunque me daba pena por los integrantes más jóvenes me consolaba diciendo, que sería mejor así. El segundo pensamiento estaba relacionado al atraso que íbamos a tener y el tercero, directamente a mi experiencia como viajero, sobre los increíbles problemas de comunicación que los humanos tenemos, aún hoy con tantas posibilidades para hacerlo bien. El emisor, el Capitán, el responsable del vuelo y única persona capaz de saber a ciencia cierta que significaba el impacto con el pájaro aquel, había dejado todas las preguntas abiertas que pudiera uno plantearse. No quiero perder más tiempo del que perdimos con esto, quemamos combustible sobre el tórrido cielo panameño, aterrizamos, descendimos, la trompa del avión fue desmontada, volvimos a embarcar y despegamos luego de otra tan telegráfica como abierta frase de nuestro Capitán: “La aeronave está en perfectas condiciones, por lo que retomaremos nuestro itinerario de vuelo”. Así fue como la noche se transformó en madrugada y en algún momento llegué al pueblo donde crecí en Argentina. Íbamos a buscar unos Dorados, un pescado exquisito del Río Paraná que suele subir por sus afluentes de las pampas cuando hay crecientes, y que está prohibido pescar. Un hombre sin camisa salió de su casa con una bolsa de plástico con varios pescados frescos, que degustaríamos en algún punto del menú que nuestros anfitriones tienen calculado para esta Semana Santa. Es medio día, hace un calor fuera de tiempo para marzo y las calles están desiertas en el pueblo. Justo al revés que en el Aeropuerto Internacional de Panamá, con filas de aviones esperando para despegar y una nube concéntrica, un embudo de Zopilotes en vuelo permanente esperando ser impactados por una fila, igualmente inagotable de aviones, listos para despegar.

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