Peluquería de Caballos

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Si bien el recinto se sentía un poco cargado, viciado de tabaco y café, tenía esa luz y ese ánimo de sábado por la mañana. Tres esperaban su turno atentos a una pequeña pantalla por donde transmitían las carreras de caballos. El ambiente era jocoso pero guardaba cierta formalidad y un tipo de altanería difícil de rastrear. Se hablaba en un tono bajo, sin embargo podían distinguirse los momentos de efervescencia, con celebraciones discretas. Entró el mesero del bar, alguien le pidió un vermut. Sonó un teléfono, dos veces. Atendió el peluquero, dio turno para la tarde, cortó en breve y volvió a las tijeras: mirá no ganó al final tu caballo, le dijo al cliente al que le estaba cortando el pelo, que relinchó y les mostró los dientes.

Esta entrada se publicó originalmente en Microdosis de Ficción.

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